Hoy recordaré lo que pasará ayer.
Ayer, despertarás para comenzar la rutina. Será el último despertar conciente sobre la tierra.
Ayer llegarás sonriente a la casa. Te pediré la bendición.
Te sentarás en el porche a beber café.
Los años pesarán sobre tus hombros, la cabeza cana mostrará el paso de una vida.
Las sillas del patio estarán aún dispuestas esperándote, como todas las tardes. Pero no volverán a escuchar tu risa chocante contra las piedras. Ayer no será hoy ni mañana.
Habrás vivido tu último día
ayer.
Me levantarán de madrugada para decirme: murió.
Palpitaré fuerte, deseosa de una equivocación. Entonces, tu imagen, tu voz se enraizarán.
Hoy, ni las tazas ni el café recién hecho esparcirán su aroma en la cocina. Mañana, ni mi risa ni la tuya volverán a juntarse.
Mis manos se congelarán al saber de tu inútil muerte.
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